sábado, 26 de septiembre de 2015

Sobre Swami Tilak y la relación con su maestro


Cuando Swami Tilak tenía 30 años, aproximadamente en 1960, emprendió una yatra (peregrinaje) con el propósito de poner fin definitivamente a una etapa de su vida dedicada a trabajos sociales y entonces buscar los valores espirituales que le marcarían el camino hacia el Ser.

Habían pasado unos tres años desde que él tomo la vida de sannyasa. En el comienzo había dejado el trabajo de editor de una revista, para ir en busca de su gurú, viajando a pié en la más estricta tradición de los monjes renunciantes y viviendo solo de la caridad. Fue la primera experiencia como un joven sanyasin (renunciante) de lo que sería su modo de vida el cual lo llevo a viajar por más de cincuenta y seis países en todo el mundo.

En este período él tuvo muchas experiencias de cómo Dios protege a aquellos que se dedican a la vida espiritual. Su viaje sirvió para acrecentarle aún más su necesidad de dedicarse por completo a la vida espiritual, pero a pesar de todo en ese momento no pudo encontrar a su gurú para que lo guiara en este camino. Decepcionado con la poca profundidad de las organizaciones espiritualistas, regresó un día nuevamente a su trabajo anterior como editor.

Tres años después, de pronto desapareció. Nadie sabía adonde se había ido, y nunca volvieron a saber más de el. El caso es que Swami Tilak había tomado la firme decisión de lanzarse de una vez por todas en la búsqueda de su maestro espiritual, aunque esto le llevara toda la vida.

Su viaje anterior le había demostrado que no iba a poder encontrar la verdad de su ser que tanto deseaba en las grandes y famosas organizaciones religiosas ni en sus famosos gurús, así es que evitando todo contacto con estos grandes personajes, y sus instituciones swamiji dirigió sus pasos al sagrado río Narmada, donde Sri Idi Shankaracharia, el fundador de las diez órdenes de swamis advaitas y gran exponente de la filosofía vedanta había realizado gran parte de su sadhana (práctica espiritual).

Swami Tilak comentaba que en aquella época de su vida casi llegó a perder la esperanza de encontrar la verdad en este mundo pero finalmente su búsqueda lo condujo al encuentro con su maestro, Baba Bajaranga Dasji Maharaha.

Sobre su encuentro con Babaji su maestro, Swami Tilak contaba lo siguiente: "Fue una tarde. El sol estaba a punto de ponerse. Cansado me senté en una roca. Algunos pastores regresaban a sus casas y se acercaron a mi para pedirme que los acompañara a su aldea. ¿Por qué debo ir? ¿Acaso hay algo especial en su aldea? pregunté. Y finalmente al ver sus miradas inocentes y sus gestos sinceros fui con ellos.
Aquella noche los aldeanos me dijeron que cerca vivía un gran santo conocido por su austeridad, conocimiento y devoción. Era además, la encarnación del amor.
A la mañana siguiente reanudé mi viaje por el río. Apenas había caminado unos kilómetros (millas) cuando vi a mi derecha una pequeña cabaña encima de una rocas blancas. De pie, al lado de la cabaña había un joven santo. No quise parar y continué unos metros. Volví la cabeza y vi que el joven santo estaba todavía allí. Una voz interior me dijo "Ahora que le has visto ¿qué puedes perder en ir a presentarle tus respetos?".

Di la vuelta y subí hasta la cabaña. Encontré que el joven santo no estaba solo. Había otro santo, mayor, sentado rodeado por unos devotos. Me postré delante de éste y esperé su reacción.

Me hizo algunas preguntas de costumbre y entonces preguntó: "¿Estás haciendo un peregrinaje por el Narmada?".

No quise revelarme, así es que le dije "No Señor".
"Cuál, entonces, es el propósito de su caminar?".
"Ninguno, Señor".
"Hijo mío," contestó con una sonrisa, "Ni siquiera una brizna de hierba puede dejar su lugar sin algún propósito. Así que ¿cómo lo haces tu?".
Sus palabras tan penetrantes me pusieron en guardia. Tuve que reconocer que me había equivocado.
"Discúlpeme, Señor. Estoy buscando el Conocimiento."
Sin decir nada más, el santo se levantó y empezó a regar las plantas. Me sentí ofendido al pensar que no me hacía ningún caso, así es que decidí marcharme. Cuando le pedí su permiso me miró de los pies a la cabeza y dijo sonriendo: "Nadie viene aquí para marcharse. Así que, ¿cómo lo has a hacer tu, hijo mío?". Con estas palabras, él desinfló por completo mi ego. Me sometí totalmente, percibiendo una sensación desconocida en todo mi cuerpo. Había escuchado tantos discursos y exposiciones religiosas, pero ninguno me impresionó tanto como estas primeras palabras de mi Maestro, tan sencillas pero tan profundas².

A partir de este momento empezaron años de pura dicha para Guruveda, sirviendo a los pies de su Maestro Baba Bajaranga Dasji Maharaja. La cabaña donde vivían era muy sencilla, sin ninguna comodidad. La vida austera. En la ermita, junto con Gurudeva y Babaji, vivían algunos devotos, pero nunca hubo más de cinco o seis personas.

¿Cuál era la enseñanza que Babaji impartió a su discípulo? Gurudeva poseía un intelecto brillante y tenía mucho conocimiento de los libros de filosofía (Upanishads) y de las demás Escrituras Sagradas de la cultura Védica.

Conocía perfectamente todas las enseñanzas de todas las diferentes escuelas dentro del Hinduismo y las exposiciones filosóficas de sus grandes Maestros además de haber estudiado las doctrinas de las demás religiones. También conocía las diferentes técnicas de meditación y pranayamas, junto con las demás disciplinas del Yoga. Conocía y amaba la cultura e historia de su país. En su juventud había participado activamente en algunos partidos políticos luchando para la independencia de la India, e incluso había pasado unos meses en la cárcel por sus ideología patrióticas. Tenía grandes dotes de oratoria y facilidad para escribir.

No fue ninguna instrucción académica ni cultural, ni siquiera de metodología del yoga. Ni tampoco hacía falta formación monástica, Gurudeva sabía muy claramente cual era su camino. Babaji enseñó a Gurudeva a vivir en la verdad y reconocerla dondequiera que estuviera. El era su Brahmavidya Gurú (aquel maestro que instruye directamente sobre el conocimiento de la naturaleza de Brahman, el Todo Absoluto). La enseñanza de Babaji puede ser resumida en pocas palabras: "Hijo mío, hay bastantes santos y sabios en el mundo ¡Primero hazte un hombre!".

Babaji enseñaba que un hombre no era envidiado por su ostentación, sino respetado por su sencillez. La humildad no significaba la mansedumbre, sino la disposición para reconocer la grandeza de otros. A lo largo de todos sus viajes, Gurudeva llevó consigo dos mantrams que su Gurú le dio, que resumían en gran parte la enseñanza que había recibido. El primero era el mantram de la Asimilación: "Primero, libérate del ego, y entonces usa palabras que pueden dar la misma felicidad a otros que te dan a ti".

El segundo mantam era el de la modestia: "La modestia otorga la gloria, mientras la ansia por la gloria la aparta a uno de Dios. Debido a su tamaño reducido la hormiga puede recoger partículas de azúcar de entre el polvo, mientras que el elefante solo puede ensuciarse con ello".

La formación de su carácter fue la enseñanza más importante que Gurudeva recibió durante el poco tiempo que podía permanecer en compañía de su Maestro. Siempre contaba que el profundo amor y compasión que Babaji sentía hacia todas las criaturas se manifestaba en un comportamiento curioso cuando alguien conocido se acercaba. En cuanto veía al amigo, Babaji, en muchas ocasiones lloraba. También, le afectaba terriblemente el que alguien se marchara del Kuti.

Algunos, y entre ellos el mismo Gurudeva, no entendían ese comportamiento, confundiéndolo con excesos de sentimentalismo. Gurudeva llegó inclusive a reprocharle por sus lágrimas "!Quien está afligido! La aflicción no puede ni acercarse a mi. Estas son lágrimas de amor, y no tienen nada que ver con la infatuación" le contestó Babaji. Pronto, Gurudeva pudo comprender por si mismo la verdad de sus palabras.
Aunque Babaji amaba profundamente a su discípulo, y el tiempo que pasaban en compañía era para los dos la más alta dicha del amor y comprensión, no tardó en enviarle fuera del Kuti para el primero de sus viajes de predicación, y a cumplir con lo que él sabía era el servicio que Gurudeva debía prestar a la humanidad. Le dijo: "Hijo mío. El mundo está sufriendo terriblemente. Tanto los ricos como los pobres están viviendo en condiciones miserables. El hombre no puede vivir solo de pan. Necesita gracia divina y la luz de la espiritualidad. Tu tienes que llevar a cabo esta tarea. Es urgente e importante". "Pero Maharajaji", dijo Gurudeva, "yo no tengo ni la habilidad ni los recursos para hacer esto". "No te preocupes. Todo vendrá a ti sin que tengas que pedir nada, ten fé en mi".

De esta manera, gracias a la visión de Babaji, el mundo entero ha podido beneficiarse del mensaje de espiritualidad verdadera transmitida en las enseñanzas sabias de Gurudeva.
Cuando se despedía de su Maestro, éste le besó cariñosamente diciendo: "Recuerda siempre que todas las casas son tuyas; todas las sectas son tuyas; todos los países son tuyos; todos los Gurus son tuyos. Comparte la alegría de otros y también su aflicción. Sé tan transparente como el agua. No te pongas ningún límite. Siga fluyendo, llenando zanjas y pozos".

Si Gurudeva había tenido alguna duda acerca del verdadero desapego de su Maestro, le fue aclarada en una ocasión en que, tras una ausencia de 8 años, él regresó a los pies de su Maestro. Pero pronto le vino la orden de llevar su mensaje fuera de la India en un viaje que le llevaría al occidente.

 En el ambiente puro y espiritual del Kuti, Gurudeva se sentía muy a gusto sirviendo a los pies de su Maestro de nuevo. Sabía que Babaji se sentía orgulloso de él. ¿Acaso no decía una y otra vez, enseñando su foto a todos, "Mirad, éste es mi discípulo. Ahora está difundiendo dharma (la religión) en todo el mundo"?.
Gurudeva sabía de la necesidad de marcharse, y decía cada día "me marcho, me marcho". Pero cada día pensaba "¿Por qué tanta prisa? Han pasado 8 años. Me quedaré aquí un poco más. ¿Dónde voy a encontrar tanta paz como aquí? ¿Dónde voy a encontrar alguien que me quiera como Babaji?". Pronto Babaji le hizo volver a la razón.

Una noche, mientras hablaba con algunos devotos, dijo "Algunos hablan de marcharse. Sin embargo, no se van. Si no piensan irse ¿por qué hablan de ello?". El día siguiente, Gurudeva se despidió de su Maestro y emprendió su gran viaje por el extranjero.

Durante su padayatra (peregrinaje a pie) de ocho años a lo largo de la India, Gurudeva fue perdiendo la poca ropa que tenía. Un día fueron los zapatos que se rompieron. A partir de este momento, nunca volvió a usar zapatos. Otro día se rompió su "kurta" (camisa). Tampoco volvió a usar ninguna kurta. Y así, hasta que se quedó con solo un lunghi (pieza de tela que cubre desde la cintura hasta los pies) y una manta de lana.

Esta fue, durante los 20 años que le quedaban de vida, su única ropa. Para la persona que recibía a Gurudeva por primera vez, sabiendo que vivía viajando, era una gran sorpresa ver su equipaje. El llevaba un lunghi de muda, lo necesario para su aseo y dos libros: el Ramayana y el Mahabharata. Todo cabía en una pequeña bolsa de mano.

En una ocasión, durante una entrevista en la radio, el interlocutor preguntó a Gurudeva: "Swamiji ¿acaso usted viene a establecer una secta de monjes descalzos?" "Amigo mío", contestó Gurudeva, "yo no vengo para establecer nada nuevo. Mi única esperanza es que si me ve un hombre rico, rodeado de sus posesiones, cómodamente sentado en su casa, pero que sin embargo se pregunta ¿por qué no soy feliz? podrá acordarse de aquel monje que viajaba sin dinero, vestido con dos piezas de tela y que no tenía siquiera zapatos para sus pies, pero era totalmente feliz. Y quizá entonces él se dará cuenta que la felicidad está en esta realización del Ser Interno y no depende de cosas materiales".

Estando acostumbrados a tener que tratar a autoridades religiosas con toda pompa y ceremonia. Cuidarse mucho de no introducir temas polémicos, acerca de sectas, castas, autoridades o escuelas rivales en la conversación. Y esperar hasta días enteros para ser recibidas por ellas, las personas quedaron primeramente desconcertadas y después encantadas con el espíritu libre de Gurudeva.

El rechazaba categóricamente cualquier tipo de ostentación con respecto a su persona. Su Gurú le había mandado mostrarse como un monje peregrino e iluminar los corazones de sus devotos con su ejemplo además de sus palabras. Para enseñar humildad, el mismo cogía la escoba para barrer su cuarto. Para enseñar el autocontrol, nunca aceptaba ningún jersey, aún cuando en Rusia había 10 grados bajo cero. Para enseñar la modestia estaba siempre dispuesto a presentar sus respetos a cualquier persona de autoridad, aun cuando el conocimiento de éste fuese inferior. Para enseñar la compasión, el contestaba personalmente todas las cartas que recibía, que eran al menos 30 a la semana, y atendía personalmente a todos aquellos que venían buscando su ayuda. Si estaba en una ciudad donde vivía alguien conocido, el iba a saludarle aunque tuviera que andar 10 kilómetros. Para enseñar la sencillez, nunca aceptaba dinero más allá de lo que necesitaba para viajar a su próximo destino, y cuando viajaba, siempre escogía el medio de transporte más económico. Para enseñar el poder de la fe en Dios, viajaba sin dinero ni apoyo de ninguna organización. Muchas veces se introducía en países o ciudades donde no conocía a nadie, y hasta donde ni hablaba el idioma. No le importaba dormir en la calle o estar días sin comer esperando que la mano de Dios le amparase. Estas circunstancias, en vez de poner a prueba su fe, le confirmaba en ella, porque, a pesar de la manera tan arriesgada en que viajaba, siempre había alguien dispuesto a ayudarle.

Bajaranga Das Ji Maharaj 
En todas las casas que visitaba, Gurudeva cocinaba platos deliciosos para sus anfitriones. De esta manera, a través del Prashad (comida ofrecida a Dios, cocinado por un hombre religioso) purificaba los cuerpos y las mentes de todos los que comían de su comida. Esta fue su bendición silenciosa a todos aquellos que le daban hospitalidad.


nota: de una de sus pocas publicaciones del gurudeva o swami tilak. Mi maestro y temas de espiritualidad, publicados por asociaciones privadas por los años 1989 y otros, en Perú, Brásil, Mexico y en muchos países de América Latina.



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